Conoce mi historia

                                                        Inicios

¿Qué podemos hacer cuando la vida aprieta y no da tregua? 
¿Cómo podemos sobreponernos al dolor de experiencias pasadas y presentes? 
¿Cómo lidiar con el miedo al futuro? 
¿Qué hacer cuando parece que todo va mal y está patas arriba? 
O mejor aún, ¿qué se puede hacer cuando las cosas van bien y aún así te sientes mal?

No puedo decir que mi vida haya estado marcada por terribles tragedias, pero la manera intensa y profunda de vivir y la  necesidad de buscar sentido a mi malestar, me sumieron en la más profunda y digna de las depresiones. Esa horrible sensación de que nada te hace feliz. Un velo que te impide valorar lo bueno de tu vida y sentir de verdad que hay cosas que realmente valen la pena. No hay nada más deprimente que tenerlo todo y aún así sentirte triste.

No, nada vale la pena en esos momentos. La vida es una mierda con mayúsculas y lo único que te apetece es despertar cada día y que se hayan borrado todos los recuerdos. Que todo haya sido un mal sueño, una horrible pesadilla y puedas respirar con alivio ante un futuro prometedor. No es posible que suframos tanto. Pero en vez de eso, cada día es lo mismo, no es un sueño. La vida se ceba con nosotros sin piedad. 

 

La depresión, tristeza profunda, sensación de vacío, etc. son el mejor punto de partida para entenderte y entender la vida. La depresión es la raíz de heridas emocionales no curadas. Cuando tocas fondo lo único que puedes hacer es “subir”. 

Cada vez que leía frases de este estilo me daban ganas de darle un puñetazo a alguien. ¿A qué clase de chiflados se les ocurriría algo así? ¿Qué utilidad se puede sacar de algo tan horrible? ¿Quién ha decidido que hay que aprender sufriendo? Aquellos que me decían que saldría fortalecida de las experiencias dolorosas también estaban en el punto de mira de mi hostilidad. 

Desesperación

Reconozco que no entender las cosas me desesperaba. Pero mis preguntas e inquietudes no se centraban en dar explicación a lo que pudiera haber antes y después. ¿Cómo voy a buscar esas respuestas si no tengo  ni idea de lo que está pasando aquí y ahora? ¿Qué me importa lo que haya después si el dolor me va a matar antes?

Con todos estos pensamientos destructivos, no podía parar de acumular preguntas…

¿Cuál es el sentido de nuestras experiencias?¿Fruto del azar?
¿Un retorcido plan de una “fuerza superior”? ¿Un Dios cruel y despiadado que guía nuestros pasos?
¿Por qué iba a desearnos sufrimiento y terror en vida?¿Por qué sufre la humanidad?
¿Qué se nos escapa?¿Qué es lo que no estamos entendiendo? 

Esto dio paso a un crisis existencial, que junto a la depresión, se convirtieron en los ingredientes suficientes para “HUNDIRME EN LA MISERIA”.

De terapia en terapia y no me tiro…porque no toca

Comencé así a coleccionar terapias. Desde las más científicas y terrenales hasta las más místicas y espirituales. Necesitaba respuestas y no sabía dónde buscar. Todo era denso y profundo, pareciera como si fuera obligatorio convertirse en un ser especial adherido a alguna filosofía o religión o qué se yo para entender la vida. ¿Y el resto del común de los mortales? ¿Sólo entenderé la vida si me siento a meditar o rezo a un Dios? 

Tenía amigos y familiares repartidos por todas las religiones y tendencias alternativas. ¿Cómo puede ser que existan tantas “verdades” para entender la vida? Lo más inquietante es que me parecía que todas hablaban de lo mismo, o al menos confluían en un aspecto común: liberarte de tu pasado, convertirte en mejor persona, ser cada vez mejor, algo así como ir actualizando nuevas versiones de ti… ¡¡¿De qué va esto?!!

En general, la idea de mirar al pasado para descubrir todo aquello que marcó tu infancia y ha mediatizado tu presente,  era una pieza que me encajaba, pero no era ni de lejos la última pieza del puzzle.  No me valía con saber que tenía una herida emocional que debía sanar para liberar un dolor. Necesitaba saber por qué se había creado esa herida y para qué. Qué sentido y utilidad tendría que la vida funcionase de este modo. 

¡¡Maldita sea mi manía de necesitar  entenderlo todo!!¡¡Maldita mente!!

Mirando un poquito a mi alrededor observaba con asombro cómo los humanos de forma general nos empleamos a fondo en ocultar nuestras heridas y dolores de la infancia. No queremos ni mirar, jugamos a que todo es maravilloso y que no existe un pasado más o menos aterrador que nos ha jodido pero bien. Quizá cuando la cosa se desborda, o la mierda rebosa, sale algo y nos atrevemos a abrirnos cuando no queda más remedio, pero…

¿Por qué costará tanto enfrentarlo?¿Por qué no existe un manual?¿Cómo podemos estar tan desprovistos emocionalmente? ¿Por qué no nos enseñan en la Escuela a gestionar el dolor emocional? ¿Por qué es una especie de secreto que todo humano debe custodiar bajo llave?

Empezó así mi tetris personal. Un montón de piezas que descontroladamente caían sobre la mesa. Frentes abiertos que no sabía por dónde coger. Ya era un paso, al menos tenía un buen despliegue sobre el que empezar a trabajar, pero…

¿y ahora qué?

¿Qué se hace con todos esos problemas, dolores, heridas, traumas…?

Para los psicólogos y terapeutas era muy fácil afirmar que había que curar las heridas de la infancia y que tocaba realizar un trabajo de aceptación, pero… ¿existe un manual para aprender a hacer eso? ¿Cómo sabes si aceptas o no una situación?¿Dónde viene explicado?

Por suerte para mí, en esta ocasión, la cabezonería jugó en mi equipo. No me valía sólo con descubrir mis heridas y traumas. Iba más allá. Necesitaba entender por qué tenía que vivir experiencias así, para qué servían, por qué había gente con heridas parecidas, qué había detrás de todo esto y sobre todo, cómo gestionarlo para que no te destrozara la vida. 

Estaba muy confundida sobre ciertos aspectos muy relevantes, tales como el amor propio, la autoestima, el merecimiento, la coherencia, el ego… A menudo psicólogos y terapeutas me decían que tenía el amor propio por los suelos, que no me quería y que mi ego me tenía controlada, pero entonces no lo entendía. Para mí concederme ciertos caprichitos y cuidar un poco mi imagen eran lo suficiente como para considerar que mi amor propio estaba muy bien. Pero nada más lejos de la realidad porque era la persona más incoherente del planeta. Llena de miedos que me impedían hacer o decir cosas, poner límites, decir NO, en definitiva, vivir con miedo y no permitirme hacer con libertad lo que me apeteciera en cada momento. Jamás pensamiento palabra y acción iban en la misma dirección porque me atacaba el miedo y la inseguridad, aunque todavía no entendía por qué pero ahí estaba gran parte de la razón de mi depresión y confusión. 

¿Y qué es lo que pone tu AMOR PROPIO patas arriba? Todo un descubrimiento…

Tu ego. 

El mío me tenía totalmente sometida pero como no tenía ni idea de cómo, ni cuándo, ni por qué, ni cómo solucionarlo, era imposible corregirlo. Fue un verdadero reto descubrir cómo funcionaba mi ego y por qué me tenía tan controlada. No fue fácil encontrar información accesible que no rayara lo profundo e incomprensible. Siempre llegaba un momento en que me perdía. ¿Acaso no tenía capacidad para entenderlo?

Tras una lucha titánica por dar respuesta a mis preguntas terminé por darme cuenta de que no habría encontrado todas las piezas del puzzle en libros jamás. Necesitaba experimentarlo para entenderlo y extraer conclusiones. La vida hizo el resto, y vaya si lo hizo. 

Terminé por entender que el ego no es un monstruo horrible que te boicotea la vida, sino más bien un amigo fiel que te protege de tus heridas, un ayudante, un empleado que trabaja contigo y reina sobre ti porque le has cedido el control. Como si fuera un guardaespaldas cuya misión es protegerte. El único problema es que el contrato tiene cláusulas entre las cuales se explica que para protegerte de tus heridas y traumas de la infancia, ha tenido que crear una nueva personalidad para ti

Todo lo que somos a día de hoy, es el resultado de todos los patrones de comportamiento, creencias limitantes, sistema de creencias y heridas de nuestra infancia que junto a los programas y etiquetas implantadas por nuestro ego nos han convertido en personas totalmente diferentes a lo que verdaderamente somos y por eso NOS SENTIMOS MAL. 

Nos identificamos con todo aquello que creemos que somos pero que nada tiene que ver con lo que hay detrás, nuestro verdadero yo. Por eso tantas personas insisten en la importancia de conocerse a uno mismo. Ahí estaba mi respuesta. No sabemos quiénes somos y ni siquiera sabemos que no lo sabemos. 

La clave de mi salvación fue embarcarme en la aventura del AUTOCONOCIMIENTO. Fue el billete hacia mi felicidad. Pasé de la depresión profunda a la libertad

Lo único que necesité fue comprender cómo funcionaba mi ego, descubrir en qué me había convertido y de ese modo encajar TODAS las piezas del puzzle en el lugar correcto. Una auténtica liberación. Descubrí que para aceptar las cosas es necesario entenderlas. Para entenderlas hay que entender a nuestro EGO y una vez eso sucede, lo entiendes todo y por tanto te liberas, tu actitud cambia y puedes respirar tranquilo, todo sale bien para siempre. Incluso aunque esté mal, porque lo entiendes y tienes herramientas para encajarlo. 

El “Proyecto Is Brea” nace para compartir mi experiencia y ofrecer todo el material y herramientas que surgieron de mi incesante búsqueda por entender la vida y que me ayudaron a salir del bucle y entenderme y por tanto,  ser muy feliz. Aunque la mejor plataforma de aprendizaje es la vida, me hubiera sido de gran ayuda contar con estas herramientas para entender a mi ego antes de meterme hasta el cuello en la búsqueda de mi verdadera identidad sin saber por dónde empezar o qué pasos seguir. 

Deseo que tu corazón te pida a gritos iniciar este camino porque lo que hay al otro lado  es tan bueno que todavía no alcanzas a imaginarlo

Ojalá que “Is Brea” te ayude a entenderlo. Vivir consciente es el mayor regalo que puede experimentar el ser humano y el cambio que necesita el mundo. Como decía Ghandi…

“SÉ TÚ EL CAMBIO QUE QUIERES VER EN EL MUNDO”

Siempre contigo y a tu lado cuando lo necesites…

Sirka Piney

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